No temáis, manada pequeña
26 marzo, 2014
 
Sermón escrito por Ernesto Martín Guerrero Zavala, coordinador de INESIN y pastor de la Iglesia Cristiana del Buen Pastor, col. Grijalva, Chiapa de Corzo, Chiapas.
 

“No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino”

—Evangelio según san Lucas 12.32
Versión Reina-Valera
Sermón:

Durante mi adolescencia me encantaba participar en concursos bíblicos. Había un particular tipo de pregunta que viene ahora a mi memoria: la pregunta de ocasión. Se formulaba así: ¿Quién lo dijo, a quién lo dijo y en qué ocasión?... En aquella etapa de mi vida, estaba poco consciente de cuántos esfuerzos académicos se habían hecho para tratar de responder a esta misma pregunta, respecto a las tantas frases de Jesús que encontramos en los evangelios. La tarea es mucho más compleja de lo que a simple vista parece, ya que una lectura comparada de los evangelios nos demuestra que los evangelistas agruparon diversos dichos de Jesús que fueron conservados en la memoria de quienes oyeron a Jesús directamente, y que fueron transmitidos en forma oral a los nuevos creyentes durante varios años antes de ser puestos por escrito. Dos obras monumentales se produjeron en el pasado siglo XX en el intento de responder a las preguntas “a quién lo dijo” y “en qué ocasión”, Historia de las formas evangélicas de Martin Dibelius e Historia de la tradición sinóptica de Rudolf Bultmann. El supuesto de este ejercicio académico es que si se puede conocer el contexto original de una frase de Jesús, se puede llegar al sentido original que tuvieron sus palabras.

Haremos en esta ocasión un ejercicio de reconstrucción del contexto original para la frase de Jesús: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino”, la cual hallamos en el evangelio según san Lucas 12.32. Las orientaciones que nos sugieren las obras arriba mencionadas son: que busquemos pistas sobre el contexto original en el mismo dicho de Jesús una vez que ha sido convenientemente separado de otros dichos o frases que lo acompañen. Así que nuestra primera tarea será separar este dicho de su actual contexto.

El dicho que estudiamos de Jesús está enmarcado por material que el evangelista Lucas agrupó y que también Mateo registró en lo que hoy se conoce como el sermón de la montaña (cf. Mt 5-7). Por cierto, Lucas registra un discurso de Jesús con una introducción similar a la de Mateo, excepto que ubica el discurso en un valle, así que tendría que llamarse en Lucas, el sermón del valle o del llano (cf. Mt 5-7 y Lc 6.17-49). Lo primero que salta a la vista es que dicho sermón en Lucas es mucho más breve en extensión que en Mateo. Siguiendo la lectura de Lucas podemos observar que otros materiales del sermón de la montaña en Mateo, aparecen en diferentes contextos de Lucas, como es el caso del párrafo más amplio en el que se inserta el dicho que estudiamos. Esto nos lleva a una primera conclusión: ni Mateo ni Lucas representan el contexto original de los dichos de Jesús, sino que cada uno los fue seleccionando, agrupando y ubicando de acuerdo a su proyecto literario. En el caso de Lucas, él ha citado las enseñanzas de Jesús referentes al afán y la ansiedad y sobre hacer tesoros en el cielo, inmediatamente después de haber registrado el incidente de un fulano entre la multitud que pidió a Jesús que fuera juez o medianero entre él y su hermano para recibir su herencia (Lc 12.13-21). Jesús se negó a asumir este papel y formuló un principio guía para sus oyentes: “Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”, a lo que agrega una parábola, la del rico insensato. Ha parecido conveniente a Lucas relacionar con esta parábola dos temas: la renuncia a la preocupación y la generosidad en compartir los bienes con las personas necesitadas (Lc 12.22-34), y en medio de estos asuntos el dicho de “no temáis manada pequeña”. En el actual contexto, Lucas hace cumplir a este dicho la función de fundamentar el desprendimiento que a continuación se instruye. Observemos: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. Vended lo que poseéis y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega ni polilla destruye, porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Lc 12.32-34). Lucas ha relacionado con seguridad, la segunda parte del dicho en cuestión: “porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino”, y para ello, pasó por alto la primera parte del dicho que incluso contrasta con el contexto del párrafo más amplio: “No temáis, manada pequeña”. La expresión “manada pequeña” hace alusión a un reducido grupo de seguidores, pero según 12.13 Jesús le está hablando a una multitud. Por otra parte, que este dicho no hace parte original de los temas “la angustia y la ansiedad” y “tesoros en los cielos” se constata también por el hecho de que es omitido por Mateo al registrar estos mismo temas (cf. Mt 6.25-34).

Conclusiones: El dicho de Jesús en 12.32 (“No temáis manada pequeña…) es material exclusivo de Lucas, que lo relacionó a dos temas de los discursos de Jesús: “la angustia y la ansiedad” y “tesoros en los cielos”. Se trata entonces de un dicho o frase de Jesús que pudo conservarse como dicho aislado o independiente durante el período que se transmitieron las enseñanzas de Jesús en forma oral.

Nuestra siguiente tarea será reconstruir su contexto original y lo haremos a partir de los supuestos implícitos en la frase misma de Jesús.

“No temáis, manada pequeña” es una palabra de aliento, luego entonces, se dirige a personas que experimentan desánimo o que se sienten amenazadas. La expresión “manada pequeña”, como ya se indicaba, sugiere que se dirige a un grupo reducido, diezmado, disminuido. Todas estas son pistas para responder a la pregunta: “a quién lo dijo” y “en qué ocasión”. Conclusiones: lo dijo a sus discípulos; a un grupo reducido de sus seguidores, los más íntimos, los más fieles, o incluso los que aún permanecen con él luego que muchos otros se han marchado decepcionados o temerosos. Esto nos lleva al asunto de “en qué ocasión”. Es bastante obvio que los evangelios fueron escritos también con el fin de hacer promoción de Jesús, y no es raro que a menudo se le describa rodeado de grandes multitudes. No obstante, por aquí y por allá podemos encontrar pistas de que en algún punto de su actividad se fue quedando con un reducido grupo de seguidores que quizá entró en crisis sobre la identidad de su Maestro. A Juan el bautista no le basta lo que ha oído de Jesús, así que le manda mensajeros con la pregunta directa de si era él el que había de venir, o si esperarían a otro (cf. Mt 11.2-19; Lc 7.18-35). Los “ayes” de Jesús sobre las ciudades impenitentes hablan de que Jesús no encontró la respuesta y acogida esperada entre las gentes a las que orientó buena parte de su actividad profética (cf. Mt 11.20-24; Lc 10.13-16). Luego de una discusión que tuvo Jesús con sus seguidores, dice el evangelista Juan: “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: —¿Queréis acaso iros también vosotros?” (cf. Jn 6.66-67). Entonces en algún momento de su actividad, Jesús vio a su grupo de seguidores reducido en número y en ánimos. Esta es con toda probabilidad la ocasión en que Jesús dijo estas palabras a sus discípulos.

La parte final de este ejercicio consiste en reflexionar sobre el sentido original de estas palabras considerando a quién lo dijo y en qué ocasión.

Jesús se refiere a sus discípulos como “manada pequeña”, que no solamente alude a su reducido número, sino también a su condición de rebaño, una imagen apreciada que Dios aplica a su pueblo. Que sea, en este caso, un rebaño pequeño, sugiere que el pueblo de Dios ha sido diezmado, reducido, que ha padecido persecución y muerte y que unos cuantos han sobrevivido. La expresión manada pequeña equivale al pequeño “resto” cuya importante mención hallamos en Isaías 6.11-13, y citamos 6.13: “Y si queda aún en ella la décima parte, esta volverá a ser destruida; pero como el roble y la encina, que al ser cortados aún queda el tronco, así será el tronco, la simiente santa”. Dios no renuncia a sus promesas ofrecidas a Abraham y en virtud de su propia fidelidad mantendrá frente a toda posibilidad de exterminio total, a un resto del pueblo, a una pequeña manada, con la cual consumará sus propósitos redentores que se resumen en la frase: restauración del reino.

Ahora la frase completa tiene sentido: “No temáis, manada pequeña”… Se ven unos pocos, se sienten amenazados, tienen miedos y dudas… Pero son el rebaño de Dios, su resto santo. Sin importar el número ni lo vulnerables que se sientan, la suerte de ellos ya no depende ni siquiera de sus propias fuerzas o voluntad, pues está totalmente en las manos de Dios quien se ha hecho Padre de ellos, y es su voluntad definitiva y su complacencia darles el reino. Así que contra toda expectativa este puñado de discípulos son el resto con el que Dios se propone realizar sus propósitos restauradores de su reino en el mundo… ellos son la pequeña semilla de mostaza destinada a convertirse en un gran árbol; son la pequeña porción de levadura que habrá de leudar toda la masa; son la sal de la tierra y la luz del mundo; son lo más insignificante y menospreciado del mundo, pero son lo más preciado y querido de Dios.


Amen

INESIN
Instituto de Estudios e Investigación Intercultural, A.C.


Calle Franz Blom, # 38-A
Barrio Cuxtitali
C. P. 29230
Chiapas, México

Tel: (967) 674-5481
Correo electrónico:
interculturalidad@inesin.org